La vida de Kenelm Digby, cuyo Discurso sobre el polvo simpático (1658) se incluye aquí, es una sucesión desaforada de amores románticos, expediciones corsarias, brahmanes, apariciones, duelos y aventuras galantes en Madrid, no menos que de experimentos notables sobre resurrecciones, recetas culinarias, vinos de víboras y transmutaciones. Conversador infatigable y ameno, se apropió de ideas ajenas en beneficio propio, tejiendo un entramado fascinante de imposturas que se desentraña en este libro.El ungüento del arma y el polvo simpático eran “medicinas magnéticas” que se aplicaban no a las heridas sino al arma que las había producido o a los vendajes que se les había aplicado. Gracias a ello el paciente se curaba aunque estuviese a leguas de distancia. Estos remedios fueron desarrollados durante la Revolución Científica en medicina por los seguidores de la terapia química de Paracelso. El polvo simpático se popularizó entre los cirujanos militares a finales de la Guerra de los Treinta Años ya que daba mejor resultado que la terapia tradicional.A mediados del siglo XVII, cuando el mecanicismo empezó a sustituir al naturalismo mágico del Renacimiento que había dado cobertura teórica a la medicina magnética, el remedio fue interpretado en términos atómicos y mecánicos por obra de personajes como Digby, amigo de Descartes, miembro inicial de la Royal Society de Londres para el desarrollo del saber experimental e introductor de la mecánica de Galileo en Inglaterra. El reto del libro es comprender la plausibilidad científica de unas ideas que hoy nos parecen absurdas.